lunes, 10 de junio de 2019
Maneras (imaginativas e históricas) de matar a un personaje...
En la saga de Dragonlance, el carismático enano Flint Fireforge muere, simplemente, de un ataque al corazón. Los autores de las novelas, Tracy Hickman y Margaret Weis, confesaron hace tiempo que originalmente la primera saga fue una campaña de rol, y el jugador que llevaba a Flint, simplemente, dejó la partida.
...Y es que no es tan fácil encontrar una manera épica de finiquitar el personaje de un jugador que, sintiéndolo mucho, abandona la campaña (ni siquiera si el jugador es un borde y se le echa a patadas del grupo de juego). También puede suceder que el jugador esté cansado de llevar al personaje y pida un relevo. Una opción elegante es convertirlo en PnJ, claro, pero a veces, por necesidades de la campaña, el personaje debe morir, O puede que se trate de un PnJ al que, otra vez por interés de la trama, debe morir. ¿Y cómo lo matamos?
Quizá esta serie de muertes rigurosamente verídicas (y bastante curiosas) con las que retirar de manera definitiva a un personaje:
Para magos, enanos y personajes con barba muy, muy larga: Un tal Hans Steininger murió en 1567 porque ¡tropezó con su propia barba! Al parecer la tenía muy larga, de más de un metro, la pisó accidentalmente, cayó ¡y se rompió el cuello!
Para glotones: El rey Adolfo Federico de Suecia murió de indigestión a los 61 años, en 1771. Tras una cena más bien abundante repitió de su postre favorito (relleno de mazapán y leche) ¡catroce veces!
Para listillos: En 1931 el novelista y dramaturgo Arnolt Bennet quiso demostrar que era completamente falso que el agua potable de París estuviera contaminada de tifus bebiendo ante los periodistas un vaso de dicha agua... Y murió de dicha enfermedad varios días más tarde.
Para los amantes de los animales: En 1920 Alejandro I, rey de Grecia, fue mordido por un mono que tenía de mascota. Unas fuentes dicen que le contagió la rabia, otras que le provocó una septicemia. Fuera como fuese, murió a causa de la mordedura.
Para los impacientes: Jack Daniel (sí, el del whisky de Tenesse) murió al dar una patada a su propia caja fuerte en 1911, furioso por no recordar la combinación. Se fracturó un dedo del pie del golpe, la herida se infectó y murió de septicemia al envenenársele la sangre.
Para los lujuriosos: Fernando de Aragón (el rey católico) murió en 1516 por intentar dejar embarazada a su joven segunda esposa, Germana de Foix. Según unos, tomó un estofado frío de turmas de toro. Según otros, ingirió polvo de cantárida (un escarabajo de color verde). Sea el que fuere, los efectos del afrodisiaco tenían que ser como nuestra actuó viagra... pero la cosa salió mal. Al parecer murió como consecuencia de un derrame cerebral por tener la sangre demasiado líquida.
Para torpes: El famoso detective Allan Pinkerton (creador de la agencia de seguridad que aún hoy lleva su nombre) murió en 1884 ¡al morderse la lengua de un resbalón! La herida se infectó y resultó fatal en una época sin antibióticos
Para accidentados cyberpunk: Robert Williams fue el primer hombre que fue asesinado por un robot. Sucedió en 1979. Estaba reparando un brazo mecánico cuando éste se reactivó, golpeándole en la cabeza y matándolo al instante.
Para inventores chapuceros: Uno de los primeros hombres que está documentado que trató de volar fue el chino Wan Hu, a principios del siglo XVI. Hizo construir un asiento con cuarenta y siete cohetes unidos a él. La idea era que se elevaría por los aires pero cuando los cuarenta y siete cohetes estallarona la vez... Digamos que Wuan Hu “se volatilizó”
Para investigadores rigurosos: Francis Bacon creía que el frío podía conservar los alimentos, así que en 1625 dejó un pollo muerto en la nieve para ver si la descomposición se retardaba. Lo que se aceleró fue la neumonía que cogió a consecuencia de estar tantas horas a la intemperie, que terminó matándole.
Para calvos: Según contaban los antiguos griegos Esquilo, famoso escritor de obras de teatro murió en el siglo V AC porque un águila confundió su calva cabeza con una piedra. El animal portaba entre sus garras una tortuga, y siguiendo su costumbre la soltó sobre la supuesta piedra para así reventar el caparazón y poder comer del animal. Lo que reventó fue la cabeza del escritor, que murió en el acto.
Para corredores: Jim Fixx, el que puso de moda el “running”, murió de ataque al corazón ¡mientras corría! En 1984 (y es que el deporte es muy sano oigan)
Para hombres poderosos: Félix Fauré, sexto presidente de la III República francesa, murió de apoplejía en su despacho, a puerta cerrada, mientras su amante Marguerite Steinheil le practicaba sexo oral.
Espero que les sirvan de ayuda... Y si no, que al menos se hayan echado unas risas.
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